He leído uno a uno todos los poemas de entonces
aquellos que lanzábamos al aire
como pesadas balas de humo
sólo por el hecho
de lanzar
aquellos poemas
del grito y la convulsión
con los que inundamos las calles
y las ahogamos por completo
los de la primera herida en la primera carne
la que más duele
la que prueba su grosor
y se envilece. He leído
palabras escupidas, mordidas, ultrajadas
versos que jurábamos cumplir bajo pena de muerte
juramentos poéticos y alas
el éxtasis como único argumento
otra juventud perdida
que condenar por una boca
y entre sus labios
la promesa de sentir
tanto como un pulso pueda dar de vivo. He leído
que apostábamos dolor
cuando la otra opción era el olvido
que no hubo salvación para nadie
uno a uno, todos los poemas
arrojados por el ventanal de un tiempo
que nos enseñó a morder
a estar hambrientos
que nos hizo ver que volar es un derecho
que no está reservado a los cuerdos.
(A ellos y ellas, cuando lo fuimos)